martes, 27 de julio de 2010

El caso de Gasol ( y otras cosas)

Un día cenábamos en un hotel de un pueblo del interior cuando uno de los comensales contó un caso ocurrido en un municipio vecino: habían desaparecido siete mil euros de gasoil de unos depósitos del ayuntamiento, una pequeñez teniendo en cuenta la magnitud de los latrocinios y sisas que estaban por descubrir en todas partes. El pleno municipal convocó al alguacil que hacía un poco de todo y que, también y teóricamente, custodiaba el depósito de combustible y, como el hombre temía, con razón, que lo señalaran como responsable de la repentina y masiva volatilización de los hidrocarburos, se presentó bien preparado. A las preguntas de los concejales de la oposición, respondió concluyente: «No soy el único que tiene llave de esa puerta y mi coche es de gasolina».
Bien dicho: se tiene que lograr un buen coneixement del medi, es fundamental para la supervivencia, teniendo en cuenta que sin salir de la misma comarca, había otro municipio en el que la gente de bien procuraba clasificar sus basuras, pero luego pasaba el camión del servicio contratado y las echaba todas en la misma caja, juntas y revueltas. Y no sólo eso: de los muchos lugares del casco urbano en los que una empresa privada hubiese podido construir un parking, el ayuntamiento les concedió la misma casa de la cultura, quiero decir la parte subterránea de la parcela que ocupa y les permitió instalar su despacho en dependencias públicas, así que Agustín Navarro, el alcalde tránsfuga de Benidorm, ya puede decir que sin él, el PSOE no ganará la alcaldía. Ni eso ni lo contrario me parece terrible, lo apestoso es cierto estilo general.
Siempre me ha parecido un contradiós que los municipios tengan tantas atribuciones en la ordenación del territorio pero, consultado un especialista en la materia, parece que nuestro caso no tiene nada de insólito. Lo que no falla en otros países europeos es la autoridad arbitral, la instancia en la que se aplica la disciplina urbanística. Las leyes y las instituciones están muy bien, pero es la gente la que tiene que creer en ellas para que signifiquen algo.

EMILI PIERA
Levante-EMV.com