sábado, 5 de septiembre de 2009
viernes, 4 de septiembre de 2009
APARECE "LA RED COMARCAL"
Fin del embargo a Cuba
El próximo 14 de septiembre termina el plazo para renovar parte de las sanciones económicas de EEUU contra Cuba. El presidente de EEUU Barack Obama tiene dos opciones: renovar las sanciones o suspenderlas y con ello dar un importante paso para levantar el embargo impuesto a la isla en 1962.
Las consecuencias de medio siglo de embargo han sido tremendas, especialmente para la población cubana.
El bloqueo impide al gobierno de Cuba importar productos de primera necesidad y pone en peligro la salud de millones de personas.
Niños y niñas que padecen dolencias cardíacas y enfermedades tan graves como el cáncer sufren la falta de equipos médicos y medicación. Incluso la entrada de material médico tan elemental como las jeringuillas está limitada por el embargo. El 37.5 por ciento de los menores de tres años padece anemia porque faltan productos nutricionales en escuelas, hospitales y centros de atención diaria.
El embargo no exime al gobierno cubano de sus obligaciones de respetar, proteger y hacer realidad los derechos humanos de todos los cubanos y cubanas. Y eso incluye liberar a los presos de conciencia que continúan detenidos. Pero EEUU tampoco puede ignorar los efectos devastadores de las sanciones sobre los habitantes de la isla.
Se mire por donde se mire, el bloqueo contra Cuba es inmoral y debe levantarse.
No esperes más: pídele al presidente Obama que lidere el levantamiento del embargo a Cuba. Luego reenvía es te mensaje a todos tus contactos. Por favor, hazlo ahora. Sólo tenemos 10 días para convencer a Obama de que el cambio es necesario.
http://www.es.amnesty.org/actua/acciones/levantamiento-embargo-cuba/
Muchas gracias por tu compromiso con los derechos humanos
PAN Y CIRCO
Causa asombro y perplejidad el afán de minimizar y menospreciar la realidad. Los hechos cotidianos se enmascaran con eventos de un rigor cercano a la mediocridad, y en el que sólo se satisface el hambre y poco más.
Pan y Circo, lema que Roma acuñó en su tiempo con el fin de que la ciudadanía no estuviera excesivamente enterada de lo que en verdad sucedía en el Imperio. Pan y Circo durante el régimen franquista que se escudaba en el fútbol como espectáculo para que los ciudadanos no supieran lo que pasaba y apechugaran con un estado de falta de libertades.
Y en fin, Pan y Circo el que se desarrolla en este pueblo con fiestas que se inician el 8 de agosto y que concluyen el 13 de septiembre.
No estamos en contra de las fiestas, al contrario. Lograr el esparcimiento en base a la convivencia es una acción ejemplar y necesaria. Pero ampliar hasta la saciedad, porque eso es lo que en definitiva logran estos festejos: saciedad, es del todo punto intolerable. Y lo es por muchas razones. Entre ellas la económica. Y después porque no se trabaja lo que se debería. Y también porque no es de buen recibo el acuñar tanto festejo sin base real, a no ser que entendamos por festejo al hecho de que unos señores vengan a guisar una caldereta comunitaria (de toro por supuesto) o plantear una paella multitudinaria para solaz de... ¿quien...? Porque ahora lo que se está planteando en Chiva con el beneplácito de los actuales mandatarios populares, es crear festejos donde se busca no la búsqueda del evento cultural, sino la tripa llena.
Y mientras esto sucede el pueblo feliz invade día tras día las calles, ojerosos y cansados, eso sí, pero contentos porque se ven venir paellas guisadas en la calle; mojetes en manos habilidosas también callejeros, y en múltiples actitudes en el que vaquillas (por la noche arrojando fuego y humo) y otros espectáculos de similares características inyectan adrenalina a una sociedad que no es más que el fiel reflejo de las fiestas que protagoniza.
Y yo me pregunto si no habría que reconsiderar las fiestas en sí; y lo que cuestan y el interés social que comportan. Hagamos unas fiestas populares de verdad. El toro de la cuerda es un buen ejemplo, y olvidemos lo que hacen los demás, porque si eso hacemos caeremos en el cansancio, la mediocridad y el adocenamiento.
Chiva se merece algo mejor; algo que en definitiva nos haga ser espejo de convivencia y reflejo de una sociedad que quiere saber y aprende.
Ojear el libro de fiestas es eso ojear un desierto cultural; ojear ese libro primorosamente impreso es encontrarse con la propaganda del régimen harista/arista que nos invita ya desde la primera página a comprar un aparcamiento. Claro que el aparcamiento y el nuevo hogar para los jubilados no son precisamente fiesta, y como tal merecerán comentarios próximamente.
EL CRONISTA
PREGUNTAS SIN RESPUESTA, RESPUESTAS INTOLERABLES:
Desde estas líneas, nos preguntamos qué subcontrata está llevando a cabo las obras de mejora en los colegios públicos de Chiva, ya que supuestamente está vinculadas familiarmente a alguna concejal del ayuntamiento de Chiva ; otros ni siquiera se molestan en intentar esconder que se trata de una subcontrata cuando trabajan para el ayuntamiento de Chiva, directamente se adjudican la obra. Vergonzoso y supuestamente delictivo y un insulto al resto de constructores de Chiva, los cuales ven como trabajan siempre los mismos porque la ley permite hasta cierta cantidad de dinero la adjudicación directa, cosa que no está mal, siempre y cuando las obras no se otorguen siempre a los mismos y menos todavía, a personas con vinculación al ayuntamiento en cuanto a concejalías se refiere, algo que no permite la ley y para más inri, con los tiempos que corren…
Si hablamos de lo que nos cuestan al pueblo los juicios perdidos en el tema de personal, la cantidad asciende a casi 200.000 euros. Cantidad que el ayuntamiento de Chiva, o mejor dicho, los ciudadanos, debemos abonar a 3 personas que han ganado un juicio pendiente con el Ayuntamiento, personas que han sido perseguidas sin razón ni justificación y a las que por suerte la justicia les ha dado la razón. La gestión en el personal es vergonzosa, patética y para ello no hace falta más que darse una vuelta por el Ayuntamiento, para comprobar por uno mismo "como se cuece la olla a presión". Pero claro, cuando uno gobierna tiene la facilidad de actuar de la forma que quiera porque si un juicio se pierde, lo pagamos el pueblo en general, mientras que si la oposición denuncia debe pagar de su bolsillo, lo cual supone una diferencia bastante grande.
Nos suben los impuestos, gastamos en fiestas más de lo que nos corresponde y, según quien venga a visitar Chiva, lo hacen a mesa puesta, cuando los demás no necesitamos “servicio” en una fiesta popular chivana.
Despedir a quien no nos baila el agua , porque si perdemos el juicio...paga el pueblo, es algo que se ha puesto de moda; en pocas palabras, la persecución a ciertos trabajadores. Gestión NEFASTA en urbanismo, en personal, en fiestas, en educación, en sanidad...
Un pueblo como el nuestro, con más de 15.000 habitantes, sin prácticamente médicos en el centro de salud, meses enteros sin pediatra, al que llamas por teléfono para pedir cita y no te queda más remedio que presentarte allí para poder pedir una triste hora para la consulta
Según comentaban el PP, la privatización de la sanidad sería algo maravilloso para nosotros, reduciría listas de espera, mejoraría servicios. Pero por el momento, la sanidad en Valencia y especialmente en Chiva, deja mucho que desear ;algo que en estos días resulta VERGONZOSO, de juzgado de guardia. Y si a esto le añadimos que el ayuntamiento en ningún boletín ha informado de dicha privatización, se sospecha que no será algo tan positivo cuando intentan evitar cualquier tipo de comentario o noticia en ese boletín desinformativo de Chiva. Pues el tema es importantísimo como para que se eluda cualquier tipo de comentario sobre la privatización de la sanidad, ¡no será tan positiva cuando ni se menciona!
Por último, conviene recordar que la mayoría de las obras llevadas a cabo en nuestro municipio, tanto en el casco como en urbanizaciones, son obras que se han llevado a cabo gracias al Plan E, esas que se nombran sin venir a cuento en el libro de las fiestas de septiembre, esas como las de la calle San Miguel a las que el alcalde mandó una carta anunciando las mejoras que jamás nombró se hacían gracias a gobierno central, ese campo de fútbol que prometió en su programa electoral que iba a remodelar y colocarle césped, también han sido posibles gracias al Plan Zapatero, algo que de otra forma, jamás hubieran llevado a cabo. Señor alcalde, un poco de humildad no le vendría mal, utilice la empatía, que a veces viene bien una dosis para controlar, al menos, la prepotencia y la vanidad.
Esta es una visión general de lo que sucede en Chiva mientras el pueblo está de fiestas: próximamente trataremos el tema del urbanismo que suponemos de interés general.
Cristina,concejala socialista
Si hablamos de lo que nos cuestan al pueblo los juicios perdidos en el tema de personal, la cantidad asciende a casi 200.000 euros. Cantidad que el ayuntamiento de Chiva, o mejor dicho, los ciudadanos, debemos abonar a 3 personas que han ganado un juicio pendiente con el Ayuntamiento, personas que han sido perseguidas sin razón ni justificación y a las que por suerte la justicia les ha dado la razón. La gestión en el personal es vergonzosa, patética y para ello no hace falta más que darse una vuelta por el Ayuntamiento, para comprobar por uno mismo "como se cuece la olla a presión". Pero claro, cuando uno gobierna tiene la facilidad de actuar de la forma que quiera porque si un juicio se pierde, lo pagamos el pueblo en general, mientras que si la oposición denuncia debe pagar de su bolsillo, lo cual supone una diferencia bastante grande.
Nos suben los impuestos, gastamos en fiestas más de lo que nos corresponde y, según quien venga a visitar Chiva, lo hacen a mesa puesta, cuando los demás no necesitamos “servicio” en una fiesta popular chivana.
Despedir a quien no nos baila el agua , porque si perdemos el juicio...paga el pueblo, es algo que se ha puesto de moda; en pocas palabras, la persecución a ciertos trabajadores. Gestión NEFASTA en urbanismo, en personal, en fiestas, en educación, en sanidad...
Un pueblo como el nuestro, con más de 15.000 habitantes, sin prácticamente médicos en el centro de salud, meses enteros sin pediatra, al que llamas por teléfono para pedir cita y no te queda más remedio que presentarte allí para poder pedir una triste hora para la consulta
Según comentaban el PP, la privatización de la sanidad sería algo maravilloso para nosotros, reduciría listas de espera, mejoraría servicios. Pero por el momento, la sanidad en Valencia y especialmente en Chiva, deja mucho que desear ;algo que en estos días resulta VERGONZOSO, de juzgado de guardia. Y si a esto le añadimos que el ayuntamiento en ningún boletín ha informado de dicha privatización, se sospecha que no será algo tan positivo cuando intentan evitar cualquier tipo de comentario o noticia en ese boletín desinformativo de Chiva. Pues el tema es importantísimo como para que se eluda cualquier tipo de comentario sobre la privatización de la sanidad, ¡no será tan positiva cuando ni se menciona!
Por último, conviene recordar que la mayoría de las obras llevadas a cabo en nuestro municipio, tanto en el casco como en urbanizaciones, son obras que se han llevado a cabo gracias al Plan E, esas que se nombran sin venir a cuento en el libro de las fiestas de septiembre, esas como las de la calle San Miguel a las que el alcalde mandó una carta anunciando las mejoras que jamás nombró se hacían gracias a gobierno central, ese campo de fútbol que prometió en su programa electoral que iba a remodelar y colocarle césped, también han sido posibles gracias al Plan Zapatero, algo que de otra forma, jamás hubieran llevado a cabo. Señor alcalde, un poco de humildad no le vendría mal, utilice la empatía, que a veces viene bien una dosis para controlar, al menos, la prepotencia y la vanidad.
Esta es una visión general de lo que sucede en Chiva mientras el pueblo está de fiestas: próximamente trataremos el tema del urbanismo que suponemos de interés general.
Cristina,concejala socialista
jueves, 3 de septiembre de 2009
miércoles, 2 de septiembre de 2009
La política y los riesgos del futuro
¿Cómo es posible que los nuevos instrumentos matemáticos no fueran capaces de alertar sobre la crisis económica que se avecinaba? Quizá porque se atribuye a sus mediciones una exactitud de la que carecen
DANIEL INNERARITY 27/08/2009
La política es una actividad inexacta porque se refiere al gobierno de una totalidad social. No pocas decisiones políticas se adoptan frente al criterio de quienes disfrutan de una exactitud sectorial o en sus modelos teóricos pero sus cálculos son socialmente inexactos. Pensemos, por ejemplo, en el cierre de una central nuclear o en la exigencia de regular los mercados financieros. Las decisiones que tienen que ver con los riesgos ecológicos o financieros requieren una visión de conjunto que sólo puede obtenerse, en el mejor de los casos, desde una perspectiva política. Por supuesto que en los procesos de deliberación no debe faltar ni el juicio de los expertos, ni la atención a los intereses particulares, pero la decisión no puede ser otra cosa que política, pues la política es lo que hacemos cuando hemos acabado de calcular y sigue sin estar claro lo que hay que hacer.
Aunque los bancos no son casinos, tienen en común que el azar no les es nunca totalmente ajeno. El mercado conoce volatilidades cuya dimensión no puede ser ni prevista ni eliminada.
Una pregunta se plantea entonces de manera inquietante en relación con la actual crisis económica. ¿Cómo es posible que la mejora de los modelos de análisis de riesgo no haya servido para anticipar un resultado catastrófico? Uno podría pensar que la causa de nuestra falta de anticipación a la crisis se debe a que no habíamos calculado correctamente los riesgos futuros. Pero, ¿y si fuera exactamente al revés, es decir, que una de las causas de la crisis sea la ilusión de la exactitud, la creencia de que los cálculos matemáticos no tienen límites a la hora de establecer los riesgos futuros? La crisis económica ha salido de unos cálculos y mediciones que presumían de una exactitud que no están en condiciones de proporcionar.
Nos hace falta una verdadera revolución epistemológica para abandonar la ilusión de que podemos vivir en un mundo calculable, que resultaría de aplicar ilimitadamente el modelo científico que hemos heredado de las ciencias de la naturaleza a las realidades sociales. Este modelo debe su exactitud a que mide realidades objetivas, exteriores a los sujetos, pero es muy limitado a la hora de calcular comportamientos humanos como el del sistema financiero, que no es algo exterior a la sociedad, que pudiera ser controlado por el saber y la tecnología, sino que resulta de la suma de nuestras acciones. Los cálculos de probabilidad son muy problemáticos cuando conciernen a comportamientos humanos, como es el caso de los mercados financieros, en los que se reflejan opiniones, expectativas y miedos humanos, de manera que no pueden ser tratados como magnitudes objetivas. Por eso la ciencia económica ha de ser considerada como ciencia humana, una ciencia en la que no hay separación entre el sujeto y el objeto de la investigación, por lo que no es una ciencia exacta.
Hemos analizado los riesgos menospreciando que en ellos lo decisivo es la significación, el sentido. Es un error manejarlos como si se tratara de una realidad física, desconociendo que la subjetividad se infiltra en todas las relaciones sociales de los agentes. Esta perspectiva epistemológica es extremadamente importante. La mayor parte de los riesgos tienen un componente subjetivo que se apoya en una interpretación de la economía. Confiar en la estimación que de ellos hace la opinión general (como se hace cuando se los introduce en el mercado) es una falta lógica, ya que la mayor parte de los que intervienen en él se basan en la matematización hecha por las agencias de rating y, por tanto, no aportan nada a las insuficiencias de la comprensión de cada uno. Dicho de otra manera: en la economía liberal de mercado no hay racionalidad en materia de riesgos más que para situaciones perfectamente calibradas y estadísticamente determinadas. La crisis de las subprimes ha tenido esta consecuencia de mostrar el error de extrapolar ciertas creencias del libre cambio a bienes abstractos que incluyen una interpretación del futuro. El mercado no juega bien el papel de sujeto interpretante en los casos que son dudosos.
En materia de finanzas, los límites de la modelización probabilista son cada vez más evidentes. Debido a que los productos derivados, por ejemplo, están basados en otros instrumentos financieros y a menudo combinan varios riesgos adicionales, el potencial de pérdidas no puede ser medido completamente. Es imposible relacionar entre sí todos los elementos relevantes del riesgo, lo que hace extremadamente difícil asesorar en relación a los riesgos de las operaciones.
Los cálculos matemáticos, pese a las precauciones metodológicas, tienen una tendencia que podríamos llamar innata a disimular las ignorancias. No estamos en condiciones de cuantificar verdaderamente los riesgos vinculados al mercado, a la liquidez, menos aún aquellos que serían debidos a un error humano o a una modificación reglamentaria. La matematización sólo es exacta para procesos en los que la interpretación juega un escaso papel, lo que no es el caso del mercado financiero. Por eso mismo, las cualificaciones que hacen las agencias de rating encapsulan el riesgo, omiten su naturaleza interpretativa. Y esta es la razón por la cual hacer que las agencias sean más independientes no cambiaría nada mientras no modificáramos nuestra concepción de la verdadera naturaleza de los riesgos financieros.
La ilusión de que era posible medir exactamente los riesgos ha alimentado otro sueño: que estábamos en condiciones de minimizarlos. La idea de un "riesgo sin riesgo" es la ideología que sostiene a la matemática financiera que está en el origen de la crisis actual. La crisis financiera es en buena medida consecuencia de una serie de instrumentos financieros que se desarrollaron para proporcionar nuevas formas de seguridad, instrumentos de los que se afirmaba que se apoyaban en cálculos de riesgo seguros. Lo que ahora se ha puesto de manifiesto es que estos cálculos y pronósticos no son solamente inexactos sino, en ocasiones, también peligrosos.
Nunca hasta ahora han sido las sociedades tan dependientes de los métodos para calcular el riesgo y nunca ha sido tan evidente la fragilidad de esos cálculos. La sofisticación de los modelos matemáticos coincide con la evidencia de que la complejidad de los sistemas sociales no puede ser reducida completamente por ningún modelo. Es una ilusión pensar que el riesgo, también el riesgo financiero, puede disiparse completamente. Aunque los bancos no son casinos, como suelen decir ciertos demagogos, tienen en común con ellos que el azar no les es nunca completamente ajeno. Las transacciones del sistema financiero global se basan en pronósticos extremadamente inseguros; el mercado conoce volatilidades cuya dimensión no puede ser ni prevista ni eliminada.
Un requisito fundamental para la gestión adecuada de los riesgos es haber comprendido que el riesgo no es un elemento objetivo sino que depende de una lectura de la situación que hace quien trata de prevenir de él o de tomar la mejor decisión posible. Las valoraciones del riesgo colectivo son fundamentalmente políticas. Es imposible juzgar objetivamente las ventajas y desventajas de una determinada tecnología puesto que tales valoraciones dependen de valores políticos. Esto se debe a que las valoraciones del riesgo están en función del futuro que se desea o se teme, lo que es una cuestión eminentemente política. Una de las reflexiones que sin duda van a ocuparnos en los próximos años es cómo hacemos frente a los desafíos que todo esto nos plantea. Nos hace falta un análisis más profundo del concepto de riesgo y de los procedimientos para gestionarlos colectivamente de acuerdo con procedimientos democráticos y conforme al saber disponible.
¿Cómo evaluamos los riesgos cuando su existencia misma es incierta? ¿Qué decisiones hay que tomar en presencia de un riesgo débil o no cuantificable, pero cuyas consecuencias serían muy graves?
Lo que debe primar es nuestra apreciación colectiva del riesgo tolerable. Los riesgos han de medirse y gestionarse con criterios sociales y políticos. Tanto en materia de cobertura de los riesgos financieros, como tratándose de riesgos sanitarios o ecológicos, sólo el debate público y su traducción en reglas admitidas por todos pueden proporcionar un marco de referencia. Ni siquiera los detentadores oficiales de la exactitud pueden ahorrarnos ese debate.
Daniel Innerarity es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Acaba de publicar El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política.
DANIEL INNERARITY 27/08/2009
La política es una actividad inexacta porque se refiere al gobierno de una totalidad social. No pocas decisiones políticas se adoptan frente al criterio de quienes disfrutan de una exactitud sectorial o en sus modelos teóricos pero sus cálculos son socialmente inexactos. Pensemos, por ejemplo, en el cierre de una central nuclear o en la exigencia de regular los mercados financieros. Las decisiones que tienen que ver con los riesgos ecológicos o financieros requieren una visión de conjunto que sólo puede obtenerse, en el mejor de los casos, desde una perspectiva política. Por supuesto que en los procesos de deliberación no debe faltar ni el juicio de los expertos, ni la atención a los intereses particulares, pero la decisión no puede ser otra cosa que política, pues la política es lo que hacemos cuando hemos acabado de calcular y sigue sin estar claro lo que hay que hacer.
Aunque los bancos no son casinos, tienen en común que el azar no les es nunca totalmente ajeno. El mercado conoce volatilidades cuya dimensión no puede ser ni prevista ni eliminada.
Una pregunta se plantea entonces de manera inquietante en relación con la actual crisis económica. ¿Cómo es posible que la mejora de los modelos de análisis de riesgo no haya servido para anticipar un resultado catastrófico? Uno podría pensar que la causa de nuestra falta de anticipación a la crisis se debe a que no habíamos calculado correctamente los riesgos futuros. Pero, ¿y si fuera exactamente al revés, es decir, que una de las causas de la crisis sea la ilusión de la exactitud, la creencia de que los cálculos matemáticos no tienen límites a la hora de establecer los riesgos futuros? La crisis económica ha salido de unos cálculos y mediciones que presumían de una exactitud que no están en condiciones de proporcionar.
Nos hace falta una verdadera revolución epistemológica para abandonar la ilusión de que podemos vivir en un mundo calculable, que resultaría de aplicar ilimitadamente el modelo científico que hemos heredado de las ciencias de la naturaleza a las realidades sociales. Este modelo debe su exactitud a que mide realidades objetivas, exteriores a los sujetos, pero es muy limitado a la hora de calcular comportamientos humanos como el del sistema financiero, que no es algo exterior a la sociedad, que pudiera ser controlado por el saber y la tecnología, sino que resulta de la suma de nuestras acciones. Los cálculos de probabilidad son muy problemáticos cuando conciernen a comportamientos humanos, como es el caso de los mercados financieros, en los que se reflejan opiniones, expectativas y miedos humanos, de manera que no pueden ser tratados como magnitudes objetivas. Por eso la ciencia económica ha de ser considerada como ciencia humana, una ciencia en la que no hay separación entre el sujeto y el objeto de la investigación, por lo que no es una ciencia exacta.
Hemos analizado los riesgos menospreciando que en ellos lo decisivo es la significación, el sentido. Es un error manejarlos como si se tratara de una realidad física, desconociendo que la subjetividad se infiltra en todas las relaciones sociales de los agentes. Esta perspectiva epistemológica es extremadamente importante. La mayor parte de los riesgos tienen un componente subjetivo que se apoya en una interpretación de la economía. Confiar en la estimación que de ellos hace la opinión general (como se hace cuando se los introduce en el mercado) es una falta lógica, ya que la mayor parte de los que intervienen en él se basan en la matematización hecha por las agencias de rating y, por tanto, no aportan nada a las insuficiencias de la comprensión de cada uno. Dicho de otra manera: en la economía liberal de mercado no hay racionalidad en materia de riesgos más que para situaciones perfectamente calibradas y estadísticamente determinadas. La crisis de las subprimes ha tenido esta consecuencia de mostrar el error de extrapolar ciertas creencias del libre cambio a bienes abstractos que incluyen una interpretación del futuro. El mercado no juega bien el papel de sujeto interpretante en los casos que son dudosos.
En materia de finanzas, los límites de la modelización probabilista son cada vez más evidentes. Debido a que los productos derivados, por ejemplo, están basados en otros instrumentos financieros y a menudo combinan varios riesgos adicionales, el potencial de pérdidas no puede ser medido completamente. Es imposible relacionar entre sí todos los elementos relevantes del riesgo, lo que hace extremadamente difícil asesorar en relación a los riesgos de las operaciones.
Los cálculos matemáticos, pese a las precauciones metodológicas, tienen una tendencia que podríamos llamar innata a disimular las ignorancias. No estamos en condiciones de cuantificar verdaderamente los riesgos vinculados al mercado, a la liquidez, menos aún aquellos que serían debidos a un error humano o a una modificación reglamentaria. La matematización sólo es exacta para procesos en los que la interpretación juega un escaso papel, lo que no es el caso del mercado financiero. Por eso mismo, las cualificaciones que hacen las agencias de rating encapsulan el riesgo, omiten su naturaleza interpretativa. Y esta es la razón por la cual hacer que las agencias sean más independientes no cambiaría nada mientras no modificáramos nuestra concepción de la verdadera naturaleza de los riesgos financieros.
La ilusión de que era posible medir exactamente los riesgos ha alimentado otro sueño: que estábamos en condiciones de minimizarlos. La idea de un "riesgo sin riesgo" es la ideología que sostiene a la matemática financiera que está en el origen de la crisis actual. La crisis financiera es en buena medida consecuencia de una serie de instrumentos financieros que se desarrollaron para proporcionar nuevas formas de seguridad, instrumentos de los que se afirmaba que se apoyaban en cálculos de riesgo seguros. Lo que ahora se ha puesto de manifiesto es que estos cálculos y pronósticos no son solamente inexactos sino, en ocasiones, también peligrosos.
Nunca hasta ahora han sido las sociedades tan dependientes de los métodos para calcular el riesgo y nunca ha sido tan evidente la fragilidad de esos cálculos. La sofisticación de los modelos matemáticos coincide con la evidencia de que la complejidad de los sistemas sociales no puede ser reducida completamente por ningún modelo. Es una ilusión pensar que el riesgo, también el riesgo financiero, puede disiparse completamente. Aunque los bancos no son casinos, como suelen decir ciertos demagogos, tienen en común con ellos que el azar no les es nunca completamente ajeno. Las transacciones del sistema financiero global se basan en pronósticos extremadamente inseguros; el mercado conoce volatilidades cuya dimensión no puede ser ni prevista ni eliminada.
Un requisito fundamental para la gestión adecuada de los riesgos es haber comprendido que el riesgo no es un elemento objetivo sino que depende de una lectura de la situación que hace quien trata de prevenir de él o de tomar la mejor decisión posible. Las valoraciones del riesgo colectivo son fundamentalmente políticas. Es imposible juzgar objetivamente las ventajas y desventajas de una determinada tecnología puesto que tales valoraciones dependen de valores políticos. Esto se debe a que las valoraciones del riesgo están en función del futuro que se desea o se teme, lo que es una cuestión eminentemente política. Una de las reflexiones que sin duda van a ocuparnos en los próximos años es cómo hacemos frente a los desafíos que todo esto nos plantea. Nos hace falta un análisis más profundo del concepto de riesgo y de los procedimientos para gestionarlos colectivamente de acuerdo con procedimientos democráticos y conforme al saber disponible.
¿Cómo evaluamos los riesgos cuando su existencia misma es incierta? ¿Qué decisiones hay que tomar en presencia de un riesgo débil o no cuantificable, pero cuyas consecuencias serían muy graves?
Lo que debe primar es nuestra apreciación colectiva del riesgo tolerable. Los riesgos han de medirse y gestionarse con criterios sociales y políticos. Tanto en materia de cobertura de los riesgos financieros, como tratándose de riesgos sanitarios o ecológicos, sólo el debate público y su traducción en reglas admitidas por todos pueden proporcionar un marco de referencia. Ni siquiera los detentadores oficiales de la exactitud pueden ahorrarnos ese debate.
Daniel Innerarity es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Acaba de publicar El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política.
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