viernes, 4 de septiembre de 2009

PAN Y CIRCO


Causa asombro y perplejidad el afán de minimizar y menospreciar la realidad. Los hechos cotidianos se enmascaran con eventos de un rigor cercano a la mediocridad, y en el que sólo se satisface el hambre y poco más.

Pan y Circo, lema que Roma acuñó en su tiempo con el fin de que la ciudadanía no estuviera excesivamente enterada de lo que en verdad sucedía en el Imperio. Pan y Circo durante el régimen franquista que se escudaba en el fútbol como espectáculo para que los ciudadanos no supieran lo que pasaba y apechugaran con un estado de falta de libertades.

Y en fin, Pan y Circo el que se desarrolla en este pueblo con fiestas que se inician el 8 de agosto y que concluyen el 13 de septiembre.

No estamos en contra de las fiestas, al contrario. Lograr el esparcimiento en base a la convivencia es una acción ejemplar y necesaria. Pero ampliar hasta la saciedad, porque eso es lo que en definitiva logran estos festejos: saciedad, es del todo punto intolerable. Y lo es por muchas razones. Entre ellas la económica. Y después porque no se trabaja lo que se debería. Y también porque no es de buen recibo el acuñar tanto festejo sin base real, a no ser que entendamos por festejo al hecho de que unos señores vengan a guisar una caldereta comunitaria (de toro por supuesto) o plantear una paella multitudinaria para solaz de... ¿quien...? Porque ahora lo que se está planteando en Chiva con el beneplácito de los actuales mandatarios populares, es crear festejos donde se busca no la búsqueda del evento cultural, sino la tripa llena.

Y mientras esto sucede el pueblo feliz invade día tras día las calles, ojerosos y cansados, eso sí, pero contentos porque se ven venir paellas guisadas en la calle; mojetes en manos habilidosas también callejeros, y en múltiples actitudes en el que vaquillas (por la noche arrojando fuego y humo) y otros espectáculos de similares características inyectan adrenalina a una sociedad que no es más que el fiel reflejo de las fiestas que protagoniza.

Y yo me pregunto si no habría que reconsiderar las fiestas en sí; y lo que cuestan y el interés social que comportan. Hagamos unas fiestas populares de verdad. El toro de la cuerda es un buen ejemplo, y olvidemos lo que hacen los demás, porque si eso hacemos caeremos en el cansancio, la mediocridad y el adocenamiento.

Chiva se merece algo mejor; algo que en definitiva nos haga ser espejo de convivencia y reflejo de una sociedad que quiere saber y aprende.

Ojear el libro de fiestas es eso ojear un desierto cultural; ojear ese libro primorosamente impreso es encontrarse con la propaganda del régimen harista/arista que nos invita ya desde la primera página a comprar un aparcamiento. Claro que el aparcamiento y el nuevo hogar para los jubilados no son precisamente fiesta, y como tal merecerán comentarios próximamente.

EL CRONISTA