La historia está llena de curiosidades, cuando no de contradicciones. En alguna de las charlas políticas que mantengo con los compañeros y compañeras de Alicante, Luis Almarcha, compañero, amigo y convencido europeísta, siempre expone que los padres de la Unión Europea eran gentes conservadoras, liberales, miembros de la democracia cristiana, burgueses, provocando la reflexión y el debate político. Así, explica Luis, los nombres de los históricos fundadores, como ahora Konrad Adenauer, Robert Schuman, Jean Monnet o Alcide de Gasperi son de políticos e intelectuales que formaron con su posición, su visión y su coraje lo que hoy estamos disfrutando en el marco más económico que político de la Unión Europea.
Y qué curioso que, mientras han sido políticos conservadores o liberales europeos los que han impulsado Europa, la participación de la derecha española con Aznar como presidente del Gobierno de España y Rajoy y Mayor Oreja en su gobierno, ha fomentado la mayor división y ruptura que todo aquel esfuerzo histórico produjo.
Me explico. Los estadounidenses siempre han valorado la Unión Europea como un gigante económico, un enano político y un gusano militar. Y en esa estrucutura, la derecha norteamericana se sentía cómoda y, por eso, no podían permitir que se conformara la Europa política fuerte en el mundo global. Europa es una competencia demasiado potente para los intereses americanos. Y reaccionaron. Utilizaron las ansias de poder de Aznar para garantizar la ruptura del acuerdo de las potencias europeas, a sabiendas que esa ruptura traería por muchos años diferencias que, de nuevo, había que superar.
Con la foto de la Azores, Bush demostraba que acababa de romper la fuerza política europea dividiendo su acción política, enfrentando al que es ahora presidente de la Comisión Europea (Portugal), España y Reino Unido con el eje franco-alemán, que no compartía la política norteamericana en la guerra de Iraq. Aznar se prestó a salir en la foto babeando, a manifestar públicamente que estaba más allá que acá. No quiso tener, como Felipe González o Zapatero, una actitud conciliadora entre los dos continentes. La capacidad política y estratégica de la derecha española era evidenciar que Europa debía servir a los intereses norteamericanos y no a los suyos propios, como estrucutura política mundial con capacidad de decisión e influencia. Para eso sirvió Aznar, para avergonzarnos ante Europa, romper su fuerza histórica y evidenciar su falta de compromiso con la historia, con los europeos y con los intereses españoles.
Mientras Felipe González, Miterrand, Kohl... impulsaban, con sus diferencias ideológicas en su militancia política local, un eje común de desarrollo económico y crecimiento social y político de Europa, la derecha española, siempre autártica y autista, ha participado de retroceder todos los avances que durante tantos años, esfuerzo, diálogo y voluntades se crearon. El eje franco-alemán, con la fuerza de las potencias económicas y políticas europeas, han de mirar su estructura y su desarrollo futuro: cualquier apuesta por romper la fuerza y la cohesión de la unión como hizo la derecha española de Mayor Oreja es condenable y reprochable.
A mi me cuesta mucho pensar que alguien que participó en el gobierno de Aznar, el que fomentó el alejamiento de España del espíritu europeo, sea ahora quien dé lecciones de europeísmo, de lucha por los valores y la defensa de la unión política. Yo estoy convencido que la derecha española, y la valenciana más, no ven en Europa una fuerza de futuro, de espacio geopolítico para entender nuestra vivencia y convivencia en el mudo global. La derecha española no es europeísta, no ha defendido nunca la fuerza global de una potencia como la Unión Europea que se encuentra, además, en un contexto geopolítico entre dos potencias, la americana y la asiática. Ve el mercado, el intercambio exclusivo de mercancías, de capitales e intereses financieros, esos que nos han metido de lleno en la crisis que ahora vivimos.
La izquierda de Felipe González primero y de Zapatero ahora tenemos claro una apuesta por la Europa social y política, la de la cohesión y los derechos, la del respeto a la pluralidad y la integración, la tolerancia y la convivencia en libertad. Los gobiernos socialistas, de antes y ahora son los que nos han acercado siempre a Europa, los que nos han acercado al corazón de la Unión, al eje central de la historia y del futuro. Por eso, es de nuevo, la hora de la socialdemocracia, es hora de nuevo del PSOE en estas elecciones europeas para que sigamos conscientes de la importancia de mirar hacia arriba, de vivir Europa, porque nos gusta Europa para vivirla, pero también para sentirla.
Francesc Romeu